Vivimos en un mundo con millones de estereotipos y en aumento críticas donde una imagen de mujer cuasi perfecta se forja cada día más fuertemente. Una idea de retarse por ser la mujer 10, donde todo está tonificado, grande, aumentado y no hay posibilidad alguna de que nada este plano (ustedes me entienden). Lo realmente impactante es que no se está limitando solo a las mujeres, los hombres sutilmente se están impregnando de ese polvo desagradable y contaminante de la superficialidad. ¿Por qué se creó un término como ser metrosexual? Un limbo entre la homosexualidad y la heterosexualidad, hombres que sin tener un gusto por el mismo género se preocupan de igual o mayor manera por la imagen personal como lo hacen las mujeres.
La idea ya implantada que muchas mujeres asumen como lema de vida, el ser la femme fatale a cualquier costo, es la sumisión en su máxima expresión. No pensar más allá de querer ser como montones de mujeres más en el mundo, de creer fervientemente que tener senos grandes y una cola de tamaño Kim Kardashian es lo ideal. Endeudarse, venderse y hasta perder todo tinte de dignidad por lograrlo es sumamente degradante. Pero bueno si no es con las cirugías estéticas o como los definen ahora “métodos no invasivos”, en el mercado colombiano sí que hay creatividad para crear prendas fuera de este mundo. El jean levanta cola no es nada comparado con el elixir de La mejor cola del país: EL jean con silicona. Una creación que no se le puede restar el grado de invención, innovación y ridiculez. No basta con los jeans sin bolsillo, este es un nivel más allá del famoso pantalón sin bolsillo con almohadillas, ¡Sí! Como lo oyen almohadas en la cola y dentro el jean: autoajustables, “auto-agrandables” y en fin… auto-degradantes. De cuando acá se ha vuelto tan importante tener una cola gigante, engañar a los hombres de una manera tan vil y cruel; conduciéndolos a la sorpresa más decepcionante de sus vidas. Si bien estos jeans siliconados tienen su origen en los push ups de los brassieres es la máxima expresión de un “paquete chileno”, pensar que ese tamaño enorme y con una forma tan perfecta se reduce a un pedazo de látex inflado deber ser feo y más que todo frustrante.
La presión y la sociedad en verdad que no tienen límites, esta visión superficial de medidas perfectas y formas ideales ha tocada fondo y ha salpicado con toda intención a los hombres. Cuando se iban a imaginar nuestros abuelos que los hombres estarían dispuestos a depilarse las cejas, broncearse ficticiamente en un ataúd con luces de neón y hasta someterse a cirugías para alargarlo allá abajo. Sería un escándalo y una polémica de años, pues ya está pasando y a un mayor ritmo que como lo ha sido con las mujeres. Los hombres sienten esa necesidad de ser el ken perfecto, de igualar a la mujer en ese campo y sacrificar lo que sea por lograrlo. No digo en ningún momento que este mal, que el hombre se preocupe por su imagen personal, de hecho ¡Gracias! Por qué siempre es bueno que se preocupen por no salir como locos a la calle, combinando cualquier cosa y por fin dejaron de lado esa sudadera de papá de los domingos, las medias rotas y es divertido poder hablarle al otro sobre ropa sin que eso sea un signo de alarma gay.
Así como sucedió con las mujeres una empresa colombiana decidió ponerse en la tarea de ayudar a esos hombres que carentes de cola, sufren por las calles, lloran y están solos como champiñones – por qué es clarísimo que lo que primero le mira una mujer a un hombre es allá atrás – creando así el calzoncillo con silicona. Invento de los dioses, locura inmediata y vergüenza garantizada. ¿Cómo paso esto, ah? ¿En qué momento los hombres se dejaron influenciar de tal manera que están dispuestos a simular “pompis” donde no las hay? Nos decidieron jugar con la misma carta, pagarnos con la misma moneda y conducirnos a la misma decepción que algunos ya han sufrido por inventos como estos. Látex se paga con látex. Los senos no naturales, la cola artificial, el alargamiento falso de pene y ahora almohadillas dentro de la ropa se traducen en una sociedad superficial que aún no ha comprendido la belleza en todas sus presentaciones. Una sociedad donde el punto intermedio es un arma de doble filo, el ser una mujer promedio o el hombre casual es como ser un 0 a la izquierda, no llegar a ser aceptado es el miedo de muchos y todo sigue ese camino.
La verdad es que es triste, es para mí una realidad que me disgusta; saber que todo es falso y que lo realmente valioso o sencillamente real no tiene valor alguno. No se debe pagar nada con nada, es decisión de cada quien que hace con su cuerpo pero si es importante no dejarnos guiar por estereotipos y creerlos como la última palabra.