Un lugar mágico, un paraíso que sin tener mar logra capturar las mejores cosas por ver; eso resume en pocas palabras lo que para mí fue San Miguel de Allende. Este pequeño pueblo en el Estado de Guanajuato encierra tras calles empedradas y arquitectura colonial impecable y añejada lo mejor del pasado con la mezcla de seguir aún en algún lugar de México. Es un pueblo que con nostalgia y emoción me recordaba esos pequeños lugares mágicos que hay que ver en la vida, llenos de color, alegría e historia. San Miguel de Allende es un destino que por excelencia alberga a extranjeros del todo el mundo, paradójicamente en cada esquina debes ver un “güero” o como los conozco yo “gringos” que no logran pasar desapercibidos con su tez blanca y ojos claros o eso sencillos rasgos de estar descubriendo México (cámara en mano). Sin alejarme mucho de ser una “gringa” más con cámara en mano y caminando por horas, todas y cada una de las calles de este pueblo, lo maravilloso y único de cada casa por la que pasaba pronto se transformaron en varias y varias fotos, decoradas con flores, carros antiguos y aquellas grietas de antigüedad que tanto me recordaban estar frente a una historia contada por las paredes. Sin ser exageración alguna, diría que casi todas las casas de San Miguel tienen una magia particular, si no están rodeadas por flores de colores vivos, se cubren por pinturas emocionantes de colores vibrantes  que van de la mano con ese estilo colonial y son armonía pura para los ojos.

Foto tomada por: @sebiurbano
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Lugares increíbles por visitar y recomendados claros, los tacos “Las palmas” un pequeño carrito en plena esquina sobre la avenida principal y cerca al mejor hotel de San Miguel (Rosewood) son los mejores tacos de este pueblo, con ingredientes clásicos y caseros, un menú simple y sin mayores lujos son perfectos a cualquier hora del día. Para los amantes de la comida mexicana, fácil y rápida es el lugar por ir.

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El Hotel Rosewood: cuenta con uno de los bares/restaurante más exclusivos y espectaculares del lugar, con la mejor vista de todo el pueblo es ideal para una comida romántica, ver el amanecer o sencillamente disfrutar de la vista a cualquier hora; definitivamente un lugar por visitar. Las fotos que se pueden tomar desde su terraza son increíbles y de noche las luces que decoran cada casa y escondite de Allende le dan ese brillo de ser el pueblo perfecto para un respiro.

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El museo del Juguete: Es una travesía hacía la niñez, el evocar esos juguetes que tanta diversión y alegría nos dieron cuando pequeños lo convierten en un lugar obligado por visitar. Localizado en los alrededores del centro, este pequeño museo cuenta la historia de miles de manos artesanas que por medio de sus pequeños luchadores, muñecas de trapo y trenes abrumadores han hecho reír a miles de niños. Recuerdos que embargan tu mente y donde se puede descubrir además la cultura mexicana desde sus raíces y el reflejo de una forma de educación y crianza. Por sus pasillos, puedes volver a ser un niño, esconderte, reír y hasta soñar con ser tu héroe preferido.

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El mercado de San Miguel de Allende: desde que emprendí este viaje he entendido que no hay mejor lugar para conocer a profundidad la tierra que pisas que sus mercados de comida y artesanías. Son por excelencia donde se encierran las tradiciones innatas, el folclor de su gente y lo más cotidiano del diario vivir. Sin ser la excepción en Allende los colores de las frutas, los olores de la comida y las artesanías de azulejos tavaleros como calaveras, por el día de muertos invaden estos dos mercados. El mercado sin ser enorme, es el lugar donde puedes encontrar miles de especias, frutas frescas y si así lo sientes un “antojito” mexicano en pleno medio día. Y claro en el mercado de artesanías, es un paraíso terrenal para mí, así que siendo en extremo subjetiva el mejor placer es atesorar esos pequeños regalo y recuerdos de cada sitio al que voy: San Miguel me regaló mi máscara de luchadora (próximo disfraz de Halloween)

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El Zócalo: En cada pueblo, ciudad y lugar de México visitar el zócalo es primordial, además de ser el punto de referencia más claro e idóneo siempre tiene una plaza icónica y una catedral impresionante, rodeada por restaurantes, cafeterías y pequeñas tiendas de artesanías. Esta catedral enorme y de color vibrante tiene esa arquitectura con picos afilados y es el centro de referencia en todo el lugar. Además de los restaurantes de la zona, hay cafés y por la noche justo alrededor del zócalo están los mejores bares y sitios  para ir a bailar y tomarse unos buenos margaritas.

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El parque Juárez: Un parque cercano al Hotel Rosewood es un pequeño bosque donde se llevan acabo varios eventos y es perfecto para pasar la tarde caminando. El parque tiene una de las fuentes más llamativas de todo el pueblo y sin tener una atracción principal vale la pena conocerlo.

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Las calles: Todas y cada una de las calles de este destino tienen algo diferente por ver, comer o sencillamente transitar. Al no ser enorme, es posible recorrer todas esas calles empinadas ya sea bajo la lluvia o el sol, si tienes la fortuna serás abarcado por alguna procesión o un matrimonio (como me pasó a mi) al mejor estilo mexicano. Lleno de tequila y fiesta únicos, o si no juzguen ustedes…

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Por encima de todo esto, lo que hizo que este fuera EL lugar por ver en México fue la oportunidad de vivir El día de los muertos del cuál pronto estaré escribiendo.

Cerrando este destino solo me resta decir: San Miguel de Allende, Guanajuato fue un lugar del cual me llevo recuerdos maravillosos, colores que impactaron mi mente, música y bailes de la cultura mexicana y más allá de todo esto recuerdos de felicidad genuina.

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